—¡Claro que lo es! —espeta, su voz temblando de indignación.
—Entendido, no te pongas así —le digo con un tono burlón.
Margaret busca apoyo en Alaric, pero él guarda silencio. Su mirada sigue fija en mí porque sabe que esto es solo el aperitivo. Sabe que estoy jugando.
—Bien, bien —digo, sacando