—Solo si te acercas —condiciona.
—No seas odioso. Dímelo ya.
—Es que estás muy lejos.
—¡Artem!.
Se encoge de hombros y cruza los brazos, decidido a no decirme nada si no hago lo que quiere. Estoy enojada con él, pero también es mi culpa. La estúpida aquí fui yo, y ahora me toca sobrellevarlo.
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