Capítulo 89. Estruendo metálico.
Cuando Salomé despertó el cuerpo de la mujer ya no estaba, solo el rastro de sangre que dejaron al sacarla y varios de los sujetos dormidos debido a su borrachera.
—¿Agua?— ofreció Trumble desde una silla.
Ella se abrazó más a sí misma. El instinto de supervivencia se había acabado, porque ahora sólo veía la manera de ser invisible. Que nadie la viera. Que su cuerpo no fuera visto como lo que seguramente era, una piltrafa humana.
—Puedes hacer un acuerdo conmigo— se inclinó hacia adelante. —Uno muy beneficioso para ambos.
Ella hundió su rostro en sus rodillas.
—Podría ser el único que te tenga y tú vives un poco más— propuso.
Salomé no contestó.
—Te resultaría mejor, ricura— el tipo se incorporó. —Me has estado provocando todo el tiempo. Por algo será. Es tu culpa.
—No he hecho nada para provocarlos— musitó ella. No lo había hecho. No era su culpa. Ella no había causado nada de eso.
Solo quería marcharse. Solo quería vivir, porque se negaba a que su destino fuera morir