Veo la mejilla de Paolo roja por el golpe que le acabo de dar. Él me mira sorprendido, pero luego veo cómo sus manos se convierten en puños.
- Paolo, yo... - él golpea la pared haciéndome asustar.
- Lárgate antes de que te dé tu merecido - sin pensarlo, corro hacia la puerta, dejándolo solo gritando como loco.
Entro a casa algo alterada y con el corazón a mil.
- Hola, preciosa - ¿qué hace Matías aquí?
- ¿Qué haces aquí? - le hablo seca.
- Vaya, veo que alguien no está de humor.
- Sabes que si no estoy de humor, le acabo de dar una cachetada a tu amigo - Matías abre los ojos como plato.
- ¿Te hizo algo? - niego con la cabeza.
- Por primera vez no me pega, así que eso es un avance.
- ¿Quieres comer algo?
- No, mejor me voy a descansar, mañana tengo unas reuniones con Paolo - subo y me coloco un camisón para dormir hasta quedar profundamente dormida.
A la mañana siguiente me levanto y veo que el lado de Paolo sigue tendido.
- No vino a dormir anoche - no sé por qué me siento