Larissa lloró al ver a su hermana ser echada de la casa, Lana intentó consolarla
—Lo siento, Larissa
—Lo sé, ella lo merece, es un ser cruel y despiadado, no sé por qué se volvió así, era buena, lo juro, pero, cuando supo que éramos unas Greene, enloqueció, soñó con grandeza, si no fuera por Aaron, y su gran cariño, hubiese deseado que no fuéramos unas Greene, quizás seguiría siendo una hermana buena, y no está ambiciosa irreconocible.
Lana la miró compasiva, podía entenderla, sus hermanos siempre fueron dos extraños, pero si recordaba la infancia, podía entenderlos, y a veces solía extrañar a los niños con los que jugaba. Lana se quejó de un dolor de vientre y corrió al baño al sentirse húmeda.
Ella sollozó y corrió
—¡Llama a un médico! Estoy sangrando —dijo con la voz rota
Larissa corrió deprisa, sentía tanta angustia de que algo malo le sucediera a su sobrino.
—¡Aaron! Debes llamar a un médico.
Aaron la miró asustado, sintió su corazón latir
—¿Qué pasa?
—Lana tiene un sang