—¡No estoy embarazada, Terry! Solo lo dije para evitar que mi hermano te lastimara —dijo Damiana
—Tu maldito hermano morirá, no descansaré hasta hacerlo pagar por todo lo malo que me ha hecho —exclamó
Archi esperaba que llegara el amanecer, para por fin irse, Franco lo miraba incrédulo, no podía creer que se fuera.
—No debes abandonar la aldea, afuera es más peligroso, Archi.
—Nada me importa, Franco, te agradezco, no vas a convencerme, debo ver a Larissa, debo ver a la mujer que amo, o de lo contrario la perderé para siempre, y no me alcanzara la vida para arrepentirme.
Franco asintió.
—Siendo así, te deseo muy buena suerte, espero que llegues a tiempo, y que ella vuelva a tu lado —dijo Franco, dándole una palmada en el hombro, alentándolo.
Archi sonrió.
—¿Sabes qué? Iré por ella, la traeré conmigo, sé que es peligroso, pero ella es valiente, yo también.
Franco sonrió.
—Cuando vuelvas la guerra habrá acabado, hijo, seremos los triunfadores.
Archi le dio la mano y se dieron