La mañana siguiente llegó envuelta en una luz cálida, de esas que se cuelan por las ventanas del hospital con la promesa de que, pese a todo, las cosas pueden mejorar.
Valeska se sentía mucho mejor. El dolor de cabeza había disminuido, su cuerpo, aunque adolorido, ya no le pesaba tanto, y su ánimo, aunque tambaleante, parecía querer encontrar un punto de equilibrio.
Adrián dormía plácidamente en sus brazos mientras ella daba pequeñas vueltas por el pasillo, moviéndose despacio, disfrutando de ese raro momento de calma. Acariciaba con la mejilla la cabeza de su hijo, absorbiendo ese aroma inconfundible de bebé que siempre lograba centrarla, cuando escuchó una voz familiar llamándola.
Se giró y vio a su padre acercándose con pasos rápidos, el rostro surcado por una mezcla de preocupación y alivio. No necesitó palabras para saber que estaba molesto consigo mismo por no haber estado antes.
—Valeska —dijo apenas llegó a su lado, sus manos temblando ligeramente mientras acariciaba su mejill