El auto se detuvo frente al gran edificio donde se había llevado a cabo la ceremonia de salida a bolsa, y el corazón de Valeska palpitaba tan fuerte que sentía como si su pecho fuera a estallar.
El chofer apenas había abierto la puerta, cuando ella descendió impulsada por la rabia, por la humillación acumulada, por la necesidad de tener una explicación frente a frente. Y mientras avanzaba con paso decidido hacia el evento que ya daba sus últimos coletazos, lo único que tenía claro era que no podía, no iba a dejar que nadie hablara por ella.
Mucho menos que alguien decidiera el destino de su matrimonio mientras ella se quedaba cruzada de brazos.
La gente elegante caminaba en tacones, trajes oscuros, copas de champagne, perfumes caros y conversaciones huecas que llenaban el aire con ese bullicio sutil y elitista que pretendía parecer refinado. Valeska no encajaba, pero tampoco le importaba. Su mirada iba filtrando las imágenes como un bisturí: solo quería encontrarlo a él.
Y no tardó en