Valeska se sumergió en el trabajo con una dedicación absoluta, aferrándose a él como si fuera su única tabla de salvación en medio de la tormenta que aún rugía dentro de su corazón.No era solo una cuestión de mantenerse ocupada, sino de probarse a sí misma que podía valerse por su cuenta, que no necesitaba a Lisandro ni a nadie para demostrar su valía.Su decisión de adentrarse en este nuevo campo empresarial era arriesgada, pero la incertidumbre nunca la había detenido. Aunque la energía y los negocios de su padre no eran su área de experiencia, tenía algo aún más valioso: determinación.El desafío era doble. No solo debía aprender desde cero sobre la gestión y desarrollo de proyectos energéticos, sino que también debía supervisar, a distancia, la administración del hotel que había sido su primer gran proyecto empresarial.Afortunadamente, su asistente había demostrado ser una persona altamente competente, alguien en quien podía confiar para manejar los asuntos diarios sin necesidad
El día había sido agotador. Valeska sentía la tensión acumulada en cada fibra de su cuerpo, pero la satisfacción de haber defendido su visión con firmeza la mantenía en pie. Con el bolso colgado del brazo, cruzó el vestíbulo de la empresa con la intención de dirigirse a su auto. Sin embargo, al alzar la vista, su paso se detuvo de golpe.Lisandro estaba allí.Apoyado contra una de las columnas de mármol, con el rostro más demacrado de lo que recordaba, parecía haber perdido el brillo imponente que siempre lo había caracterizado. Sus hombros caídos y la sombra bajo sus ojos eran prueba suficiente de que el paso del tiempo no lo había favorecido. Valeska sintió una punzada de dolor en el pecho al verlo así, pero se obligó a mantener su expresión neutral. No podía permitirse dudar ahora.Lisandro se enderezó al verla y avanzó un par de pasos hacia ella. Aunque su andar aún conservaba esa elegancia innata, había una fragilidad en su mirada que antes no estaba allí.—Valeska —pronunció su
Desde el momento en que Mikhail había visto el lado más vulnerable de Valeska y se había enterado de los problemas que atravesaba en su matrimonio, algo en él cambió drásticamente. Ya no la miraba con la misma actitud arrogante y distante de siempre, ni lanzaba comentarios mordaces cada vez que cruzaban caminos. En su lugar, había un extraño intento de acercamiento, torpe y mal ejecutado, como si no estuviera acostumbrado a preocuparse realmente por alguien más que por sí mismo.Al día siguiente, cuando la vio entrar en la empresa con el rostro tenso y los hombros rígidos de agotamiento, no pudo evitar acercarse con cautela, sin estar seguro de cómo abordar la situación. Su instinto lo llevó a decir lo primero que se le ocurrió, aunque no sonó tan bien como había esperado.—Tal vez deberías quedarte en casa y descansar unos días más.Valeska, que estaba en plena revisión de unos documentos, alzó la vista con el ceño fruncido. No entendía de dónde venía ese comentario ni por qué Mikhai
El bar al que Mikhail la llevó no era como los que Valeska solía frecuentar. No tenía la elegancia de un bar de alta categoría ni la música suave de un lugar exclusivo, sino que era más bien un sitio discreto, donde las luces eran lo suficientemente tenues como para disimular las miradas inquisitivas y donde el aire se sentía cargado de historias sin contar.Parecía el tipo de lugar en el que la gente venía a escapar de sus propios pensamientos, donde el alcohol servía como un refugio silencioso para las almas atormentadas que preferían ahogar sus problemas en vasos de licor en vez de enfrentarlos.Mikhail caminó con naturalidad hacia una mesa apartada en una esquina, como si conociera bien el sitio y supiera exactamente dónde debían sentarse para evitar interrupciones. Se dejó caer en el asiento con la misma actitud despreocupada que lo caracterizaba y luego dirigió su mirada inquisitiva a Valeska, quien aún parecía debatirse entre sentarse o cambiar de opinión y salir de ahí de inme
El silencio dentro del hotel era sofocante. Apenas cruzó la puerta de su habitación, Lisandro sintió como si todo el aire a su alrededor se volviera pesado, denso, cargado de una quietud insoportable que solo servía para recordarle lo que había ocurrido horas atrás.Cada pared, cada mueble, incluso la tenue iluminación del lugar, le parecía ajena, como si estuviera atrapado en un espacio que no le pertenecía, en una vida que ya no reconocía. A pasos lentos, avanzó hasta dejarse caer en el sofá, con la mirada fija en un punto inexistente del techo.El sonido seco de una notificación resonó en la habitación, sacándolo por un momento de su ensimismamiento.Desbloqueó su teléfono y vio que era un correo de Oliver, probablemente un informe de trabajo que necesitaba su revisión. Pero, por primera vez en mucho tiempo, no sintió el más mínimo interés en leerlo.El trabajo, su responsabilidad, su rutina… nada de eso tenía sentido en ese instante. No cuando su mente seguía atrapada en el mismo
El ambiente en la oficina de Valeska era tenso. Aunque la jornada laboral seguía su curso y los empleados se desplazaban de un lado a otro con documentos en mano, atendiendo llamadas y cumpliendo con sus tareas diarias, dentro de su despacho, la atmósfera era completamente distinta. Había una quietud espesa, incómoda, llena de palabras no dichas y pensamientos reprimidos.Mikhail estaba sentado en una de las sillas frente al escritorio de Valeska, con los codos apoyados sobre sus rodillas y la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, mientras ella, en completo silencio, desinfectaba con cuidado los cortes en su rostro con un algodón impregnado de antiséptico. La presión de sus dedos era delicada pero firme, sin un ápice de ternura, como si simplemente estuviera cumpliendo con una obligación y no con un acto de verdadero interés.—Dime la verdad —susurró ella de repente, sin levantar la mirada.Mikhail tardó en responder. Sus ojos se desviaron hacia la ventana, como si esperara enco
El roce de sus labios aún estaba fresco en su memoria cuando, de repente, la realidad la golpeó con fuerza. Su cuerpo, que hasta hacía unos segundos había cedido al contacto con Lisandro, reaccionó como si de pronto se hubiera encendido una alarma en su interior.No. No podía permitirse esto. No después de todo lo que había pasado. No después de haber jurado que no volvería a caer en el mismo error.Con una oleada de frustración y rabia mezcladas con una emoción que no quería nombrar, Valeska empujó a Lisandro con más fuerza de la necesaria. Él se tambaleó ligeramente, sorprendido por la reacción, pero no intentó detenerla cuando ella retrocedió un paso y le lanzó una mirada fría y llena de determinación.—No vuelvas a hacer eso —murmuró, su voz tembló levemente, no de miedo, sino de una lucha interna que le costaba ganar—. No intentes confundirme, Lisandro.Él la miró, sus ojos oscuros reflejando algo que no supo descifrar. Pero en lugar de decir algo más, simplemente la dejó ir.Val
El primer pensamiento que cruzó por la mente de Lisandro al abrir los ojos fue que el dolor había disminuido. Ya no sentía esa punzada aguda que le atravesaba el abdomen ni la pesadez insoportable en la cabeza. Sin embargo, en cuanto trató de moverse, descubrió que su cuerpo aún se sentía extraño, entumecido por la anestesia y el cansancio acumulado.Fue entonces cuando la vio.Justo al lado de su cama, con la cabeza apoyada sobre los brazos cruzados, estaba ella. Valeska. Dormía sentada en una silla incómoda, pero con el ceño ligeramente fruncido, como si incluso en sus sueños la preocupación no la abandonara.Y verlo allí, en ese estado tan frágil y al borde de lo irreversible, no la había alejado. Al contrario.Lisandro tragó saliva con dificultad. Por un instante, pensó que tal vez seguía soñando. Que su mente, confundida por la medicación, le estaba jugando una broma cruel. Pero el calor de su presencia, la forma en la que el sol de la mañana se colaba por la ventana y acariciaba