Lo que vio fue a Daniel y Jorge sentados en el suelo del pabellón expuesto al viento, con Lucía entre ellos.
Jorge tenía los ojos entrecerrados y la cabeza ligeramente inclinada. Desde el ángulo de Mateo, parecía estar apoyado directamente en el hombro de Lucía.
Daniel también tenía los ojos cerrados, aunque su postura era más contenida que la de Jorge, sosteniendo su cabeza con una mano, pero con el hombro pegado al de Lucía.
No se trataba de aprovecharse, sino de proporcionar apoyo a Lucía mientras dormía.
Por eso, incluso dormido, no podía relajar la tensión del hombro, manteniendo esa posición.
Durante la madrugada, Jorge sintió compasión por él y ofreció intercambiar posiciones.
Daniel respondió: —No es necesario, ella pesa poco.
Jorge se resignó. ¡Este tipo sabía guardar rencor!
Aunque los tres estaban completamente vestidos y no había gestos físicos inapropiados, existía una sensación indescriptible de intimidad y sentimiento.
La fiebre de Lucía había remitido, pero sus mejillas