Enrique casi saltó para darle un bofetón: —¿Eres idiota? A esta hora los empleados ya terminaron su turno, ¡no vas a encontrar a nadie!
Gregorio se rascó la cabeza, dudó un momento, pero finalmente decidió: —No importa si los encuentro o no, al menos hay que intentarlo, ¡no podemos quedarnos sin hacer nada!
Dicho esto, sin preocuparse por la reacción de Enrique, dio media vuelta y salió corriendo.
Al ver que no conseguirían nada útil de Enrique, Carlos y Talia continuaron su camino. Pero por extraño que pareciera, atravesaron toda la zona A sin encontrarse con una sola persona.
Talia estaba a punto de llorar de desesperación: —¿Qué vamos a hacer? Lucía lleva desaparecida casi dos horas, y nosotros seguimos dando vueltas como moscas sin cabeza, ¡sin encontrar ninguna solución!
Carlos, al ver cómo las lágrimas cristalinas de Talia comenzaban a caer una tras otra, perdió la poca calma que le quedaba. —No, no llores, estamos buscando soluciones...
—¿Pero hemos encontrado alguna? ¡No! Estoy