Pero lo que sucedió a continuación no fue lo que la dependienta esperaba. Elena se acercó a Carolina y, después de examinarla de arriba abajo, comentó: —Este vestido te sienta muy bien.
Elena también se lo había probado y le pareció aceptable, pero claramente le quedaba mejor a Carolina, no solo en talla sino especialmente en el aspecto del porte. Su propio carácter era demasiado fuerte, le faltaba suavidad, mientras que Carolina era perfecta: de aspecto dulce, sonrisa amable y facciones agradables. Era uno de esos rostros que no desagradaban a nadie. Aunque Elena normalmente no simpatizaba con mujeres de carácter suave, como su cuñada Victoria o aquella profesora del curso de té, Carolina resultaba sorprendentemente agradable.
La dependienta dudaba si intervenir, pero Carolina, siempre perspicaz, rápidamente entendió la situación. Sonrió abiertamente a Elena: —¿De verdad? Gracias —señaló otro vestido—. Tienes una figura perfecta, creo que este estilo te quedaría mejor, podrías probárt