—Mauricio, ¿fuiste tú quien solicitó el laboratorio C122? —preguntó Lucía sin rodeos.—¿C122? —Mauricio se quedó perplejo, como si no entendiera la situación.—He revisado tu proyecto actual y no requiere en absoluto el medidor CPRT —señaló Lucía.Mauricio bajó la mirada. Su sorpresa inicial se había desvanecido, recuperando la compostura. Cuando volvió a levantar la vista, la confusión en sus ojos había sido reemplazada por una calma absoluta.—Sí, yo lo solicité —confirmó.Lucía y Carlos intercambiaron miradas.—Lo necesitaba y lo pedí. ¿Hay algún problema?—¿Por qué entonces cada vez que paso por allí, nunca veo el laboratorio en uso? —cuestionó Lucía.—No lo uso con frecuencia, pero ocasionalmente lo necesito.Esta respuesta hizo que Talia se tragara el reproche que estaba a punto de hacer sobre el "uso malintencionado de recursos". Si realmente lo estaba utilizando, no podían acusarlo de acaparamiento. Los recursos de la facultad eran compartidos y se asignaban por orden de llegad
—¿Solicitaste un laboratorio a la oficina académica usando mi nombre? —preguntó Mauricio.—Ah sí, así fue —respondió Regina con naturalidad.—¿A quién se lo van a asignar? Para poder contactarlos.Regina sonrió levemente. —A nadie.—¿Lo van a dejar vacío? —aunque Mauricio ya lo sospechaba, no pudo evitar sentir cierta pesadez en su corazón.—Sí, vacío.Sabía que no debería seguir preguntando, que debería simplemente aceptarlo como había hecho incontables veces antes. Sin embargo, la imagen de Lucía cuestionándolo apareció involuntariamente en su mente, y Mauricio preguntó abruptamente: —Si no se va a usar, ¿por qué solicitarlo?Regina arqueó una ceja, aparentemente sorprendida de que su dócil perro hubiera decidido ladrar ese día. Su sonrisa se volvió aún más amable. —Que no lo usemos ahora no significa que no lo necesitemos en el futuro. Los recursos académicos siempre hay que pelearlos, ¿no es algo que ya deberías saber?—¿Qué recursos tiene ese laboratorio? —cuestionó Mauricio.—Por
Mauricio mantenía la mirada baja, ocultando sus verdaderas emociones, pero sus puños se tensaban cada vez más bajo las mangas de su camisa. Después de lo que pareció una eternidad, sus puños se aflojaron como si hubiera perdido toda su fuerza, como si hubiera decidido rendirse y someterse.—Gracias profesora, por preocuparse por mí todos estos años.—Es lo natural, ¿acaso no eres mi estudiante más destacado? Los favoritos siempre deben recibir un trato especial, ¿no crees?Mauricio permaneció en silencio. No era bueno con las palabras, y sus compañeros y profesores lo conocían principalmente por su naturaleza callada y reservada.—Bien, puedes irte. Ocúpate del artículo, aunque no es necesario que lo termines este mes. Organiza tu tiempo como mejor te parezca, pero confío en que no me decepcionarás.Mauricio se dio la vuelta y se marchó. Regina volvió a sentarse y dio un sorbo tranquilo a su té.Yulia se acercó sonriendo. —¡Tía, solo tú sabes cómo mantenerlo tan obediente!...Ya que n
Treinta segundos después, sonó un pitido en el teléfono indicando un mensaje.Talia volvió a la pantalla principal y echó un vistazo. Efectivamente, era la notificación de la transferencia.—Mi niña, ¿te llegó? —preguntó Helio desde el otro lado.—¡Sí, sí, me llegó!No eran doscientos mil, sino trescientos mil. ¡Increíble! Su papi le había enviado cien mil extra.—No escatimes en comida ni en nada, si necesitas más dinero pídeselo a papi, ¿entendido?—¡Sí, papi, entendido!Terminó la llamada y guardó el teléfono. Al voltearse, Carlos y Lucía la miraban fijamente.Talia parpadeó confundida. —Ya llegó el dinero... ¿por qué me miran así?Carlos entrecerró los ojos y se cruzó de brazos. —Talia, no has sido sincera.—¿Vives en un pueblo?—Sí, en la villa urbana. Está rodeada de zonas comerciales y residencias de lujo, ¡el ambiente es genial y muy animado! —respondió Talia.Carlos suspiró resignado.—¿Tus padres están desempleados y cuidan edificios? —preguntó Lucía.—Ajá, los más de ochenta
—¿Y yo qué hago? —preguntó Talia.—Tú te encargas del dinero.Ese mismo día, Lucía y Carlos transfirieron sesenta mil cada uno a la tarjeta de Talia.Ah~ ¡Qué bien se sentía tener dinero! Talia acariciaba su tarjeta bancaria mientras comía galletas con una sonrisa. Era cierto que su familia era rica, ¡pero aún así le encantaba el dinero! Siempre sucumbía ante el encanto del dinero, igual que su papi, ¡jiji!...Lucía descubrió que el distribuidor nacional del CPRT era una startup llamada "Axiom Technologies".Siguiendo el rastro de esta empresa, encontró que el accionista principal era un tal "Hernán Ortiz". Buscó más empresas vinculadas al nombre "Hernán" y finalmente, en esa compleja red de relaciones, encontró un nombre familiar: Diego.—Hola Lucía, ¿cómo has estado?—Bien, ¿y tú?—Ay, ni me lo menciones. Hace poco me caí y me fracturé la pierna, llevo una semana postrado en el hospital.—¿Tan grave fue? —preguntó Lucía sorprendida.—En realidad no es tan grave, solo necesita reposo
Lucía quedó atónita.—Es el jefe —dijo Manuel.Las vueltas de la vida la llevaron de nuevo a alguien conocido. Al terminar la llamada, Lucía suspiró resignada y se dispuso a marcar el número de Jorge... No mentía cuando aquel día le dijo: "eres demasiado calculador, mejor mantener la distancia". Los zorros astutos son peligrosos —un descuido y caes en sus trampas. Por eso, la mejor y más efectiva solución que Lucía encontró fue alejarse. Aunque resultaba bastante contradictorio que, poco después de decir esas palabras, fuera ella misma quien lo buscara... Era bastante irónico, la verdad.Por su parte, Manuel guardó el celular y al voltear hacia la cama donde Paula dormía profundamente, la ira lo invadió: —¿Quién fue la que me exigió llegar puntual, sin un minuto de retraso? ¡Y mírate ahora! ¡Llego y sigues dormida! ¡Te he estado esperando cuarenta minutos, Paula, ¿no te remuerde la conciencia?!La mujer en la cama se movió ligeramente, se dio la vuelta y siguió durmiendo. Manuel la mir
—¡Claro que sí! No solo tienes mal carácter, sino que también mala memoria, ¿qué te pasa?Paula le lanzó una almohada: —¡Cállate!Manuel ladeó la cabeza esquivándola con agilidad, claramente experimentado en el asunto.Paula extendió la mano para agarrar otra almohada, pero...—Ni lo intentes, la tengo yo —dijo Manuel, dando palmaditas detrás de él.Paula lo miró perpleja: —¿Cómo llegó hasta ahí?Manuel suspiró resignado. ¡Vaya! La mala memoria estaba confirmada.—Señorita, ya me has lanzado una antes, esta sería la segunda. De nada.—...Ah.Qué incómodo.Paula: —¿Qué hora es?—...Las diez y media —seguía echando sal a la herida.—No hay prisa, es temprano. Es comprensible que me tome algo de tiempo para arreglarme bien para conocer a mi futura suegra, ¿no?—¿Me puedes servir...?Manuel se adelantó velozmente: —¿Agua, verdad?Tomó un vaso del tocador que ya tenía agua: —¡Bébetela rápido, levántate y arréglate para que podamos irnos!Paula extendió la mano para agarrarlo, pero al tocar
—¡Oye, despierta! Dame el vaso.Todo el encanto se hizo añicos —¡pum!—en el instante en que ella habló.Manuel torció el gesto: —¿Puedo hacerte una sugerencia?—...Dime —Paula dio un sorbo al agua helada, sintiéndose al instante más despejada.—¿No podrías hablarme con más dulzura? Somos pareja, no enemigos. Mi madre se va a preocupar si me hablas así.—¿Preocuparse por qué?—¡Por ver cómo maltratas a su hijo!Paula suspiró resignada.—¿Prefieres que hable así, cariño?~ ¿Crees que a la señora le gustará este vestido? Me tomé mucho tiempo eligiéndolo~Manuel sintió un escalofrío: —Este... mejor sigue siendo ruda, es más normal.Prefería su rudeza habitual.Cuando Paula fingía esa voz melosa, sentía que se iba a asfixiar en cualquier momento.—Atrévete a decir 'ruda' una vez más.Manuel: —No eres ruda, para nada ruda.—¡! —¡Acababa de decirlo otra vez!Paula se maquilló rápidamente con un estilo natural.—Lista, vámonos.Manuel se quedó embobado: —Ese maquillaje...—¿Qué tal? ¿Parece nat