**KLAUS**
El éxito tenía un sabor particular, uno que reconocía bien. Todo estaba funcionando.
Me recosté contra el respaldo del sofá de la suite, con una copa en mano, observando la ciudad a través del ventanal. Las luces de Las Vegas destellaban como un espectáculo infinito, pero esta vez, no eran las luces las que me interesaban. Era ella.
Mi propósito se estaba cumpliendo. Ya era prácticamente mía. No en el sentido convencional, no en la forma superficial en que la mayoría pensaría. Mía porque, sin darse cuenta, dependía de mí. Porque, aunque aún luchara contra ello, su mirada, sus reacciones, sus silencios, todo indicaba que me veía de una manera diferente.
Habíamos cruzado la línea. Nos habíamos casado.
Y el rubor en sus mejillas cada vez que nuestras miradas se cruzaban, la forma en que sus palabras vacilaban cuando hablábamos, el leve nerviosismo en su presencia, todo era prueba de que la atracción que empezaba a crecer en ella era innegable.
Sonreí levemente, llevando la copa