Cloe se demoró lo más que pudo antes de salir al encuentro de Fabrizio. Él estaba dentro de su auto y se bajó tan pronto la vio. Horatio, probablemente a propósito, lo había dejado esperando afuera. Algo que no debería haberle hecho mucha gracia a Fabrizio.
Su hermano podía apreciar a Fabrizio, pero cuando se trataba de ella, no dudaba de que siempre la apoyaría.
—Creí que te esconderías de mí para siempre —dijo él.
Se acercó a él hasta que no hubo demasiado espacio entre sus cuerpos, luego sonrió.
—No me estaba escondiendo.
—¿Así que solo te tardaste por simple placer?
—¡Exacto! Y si somos sinceros, esperaba que te aburrieras en algún momento y te marcharas. Tengo que reconocer que tienes determinación.
—Gracias.
—Entonces, ¿de qué querías hablar?
Fabrizio acercó su rostro y Cloe pensó que la iba a besar.
Antes de poderlo evitar miró sus labios. Al regresar los ojos a los de él, vio un brillo de diversión en ellos.
—Sube —ordenó Fabrizio y le abrió la puerta del copiloto.
Ese hombre