Fabrizio podía sentir el nerviosismo de Cloe. Su postura era tensa y en los últimos diez minutos se había llevado la mano hasta el cabello más de una vez para acomodárselo detrás de la oreja, pese a que lo traía sujeto en una cola.
—Todo saldrá bien —dijo apretando la mano que sujetaba y le dio una sonrisa.
Conocía lo suficiente a sus padres para saber que estarían emocionados con la noticia.
—Lo sé, pero no puedo evitar sentirme algo ansiosa.
Se inclinó y depositó un beso en su frente. Cloe acomodó la cabeza en su hombro y así continuaron el resto del viaje. Pasaron al menos unos veinte minutos más antes de que llegaran a la playa.
El conductor estacionó el auto junto al de los demás y se bajó para abrirle la puerta.
Fabrizio bajó y se volvió para tenderle la mano a Cloe. La sujetó con firmeza y juntos se dirigieron hacia sus hermanos y primos que estaban jugando un partido de vóley unos metros más allá.
En todo momento se aseguró de mantener a Cloe vigilada.
—¿No tienes frio? —pregu