JULIÁN
Llevaba casi seis meses de prácticas y apenas un mes desde que Monserrat se había ido. Pensé que la distancia no me afectaría tanto, pero estaba equivocado. La sentía en cada rincón vacío de mis días, en cada noche donde el silencio se hacía insoportable. Lo único que me mantenía en pie era la rutina intensa de la caballería y la esperanza de verla en mi primera carrera oficial, que sería en quince días.
Las prácticas eran durísimas. Pasaba horas en el simulador, entrenamientos físicos que me dejaban al borde del colapso y reuniones técnicas que parecían interminables. Lo peor era la presión constante de mi padre. Estaba encima d