Apuesto e intrigante desconocido:

—Pierde usted su tiempo. Aquí no encontrará lo que busca.— murmuró Sheila defensivamente.— además, los regalos no deseados siempre pueden ser devueltos, Signore (señor).

El misterioso caballero sonrío, elevando la comisura de su sensual y esculpidos labios, ella tragó en seco.

—¿Parle leí la lingua italiana?( ¿Hablas italiano?)- susurró.

—Io parlo un Piccolo italiano, tropo Piccolo e tropo male.( Hablo italiano muy poco y muy mal)

Esta vez el sujeto sonrió, mostrándole  una hilera de blancos y perfectos dientes.

—Me ha parecido que lo hablas bastante bien.

—Si usted lo dice.—masculló ella, dándole la espalda.

Se levantó una ráfaga de viento y tembló, abrazándose a sí misma en un intento por mantenerse caliente. ¡Maldición! Pensó. No debí dejarme convencer por Marissa para usar este vestido, adentro, con la calefacción no noté el frío, pero aquí afuera la cosa es distinta.

 Sin previo aviso, una prenda masculina cayó sobre sus hombros, y Sheila se volteó para dar un paso atrás al tener al insistente desconocido demasiado cerca.

—Ya le dije…

—Por el momento, solo deseo saber tu nombre.— la interrumpió él.

—Candy.- soltó ella sin pensárselo.

—¿Candy? ¿Es en serio?

 Rodó los ojos.

—¿Qué más da si me llamo Candy, Mandy o Sandy? No intente insultar mi inteligencia, sé muy bien lo que quiere.

—Ah, sí. ¿Y qué es?

—Sexo. Es lo que todos los hombres quieren.— protestó ella, deshaciéndose de su chaqueta y tirándola sobre una silla cercana.— eso es lo que todas las mujeres somos para ustedes, sexo fácil, rápido y clínico…ya se lo dije, no me interesa.

En un ademán se volteó hacia la puerta pero él se atravesó en su camino.

—Y sin embargo, esta noche estás vestida para seducir y atraer, preciosa. Una mujer no se arregla así si no es para terminar su noche en la cama de un hombre.

Ella rió a carcajadas.

—Ese es el comentario más absurdo y machista que he escuchado. Luego me dirás que los esposos son infieles porque no los atienden bien en casa.— comprimiendo los labios, reanudó su camino hacia la puerta.— pensé que el último cromañón se había extinguido hacía millones de años, pero parece que es mi noche de suerte, he encontrado uno y sin necesidad de excavar.

Saliendo del balcón,  respiró aliviada. Había puesto al impertinente sujeto en su lugar, ahora solo le restaba encontrar a su amiga. Por desgracia la encontró, compartiendo un apasionadísimo beso con un rubio.

—Recuerdas a Jake, ¿verdad?—preguntó Marissa.

—Claro. ¿Cómo ha estado señor Russell?

Jake apretó a Marissa contra su costado y sonrió.

—Si he estado mejor, no me acuerdo.

Unos minutos después, su amiga le informó a Sheila que tenía intención de pasar la noche con Jake, que lamentaba mucho dejarla abandonada, pero que…

—Si, lo sé.—la interrumpió ella.— llevas años babeando por él, no voy a aguarte la fiesta..

—¡Eres la mejor!—chilló Marissa, dándole un abrazo.—no desperdicies tu tiempo, eres joven, exitosa y bonita. Mereces algo de felicidad.

—Lo sé, lo soy.

Marissa negó.

—No tienes remedio. Nos vemos mañana en nuestro hotel.

Luego de recoger sus abrigos, los vio partir, muy acaramelados, su amiga continuaba las caderas exageradamente y él le ponía la mano en una nalga posesivamente cuando nadie estaba mirando.

Por un momento pensó en pedirle a Jake un aventón, pero sabía que el soltero y cirujano estético más cotizado de Nueva York vivía en dirección contraria al hotel donde ella se hospedaba. Además, por el apuro que llevaban esos dos, era posible que todo entre ellos sucediera en el mismísimo auto.

En el parqueo, contempló las titilantes luces de la gran manzana. A veces durante las noches se preguntaba si realmente se estaba perdiendo de algo. Su experiencia sexual había estado limitada a una única vez, y había sido un desastre.

Todo había sido muy rápido, incómodo, lo que más recordaba era el aliento a whiskey de su ex esposo en su rostro, sus manos la tocaban sin ningún tipo de delicadeza, su boca la mordía en vez de besarla… comprimió los labios, ella había fantaseando y tontamente deseado aquello, creyendo que cambiaría las cosas entre Marco y ella, que tonta había sido.

Pero no valía la pena pensar en esas cosas, el pasado aún podía dolerle un poco pero no lastimarla. Ya no. Marco estaba en Inglaterra, felizmente casado con la zorra por quién la dejó y ella…

—¿Necesitas que te lleven, caramelo?

Sheila achinó los ojos. Llevaba media hora esperando por el taxi que había pedido, y aunque su abrigo hacía el intento, no la cubría completamente de la fría brisa.

Acercándose a la ventanilla del auto que acababa de parquear delante de ella, contempló al conductor, con la mirada entornada.

—¿Nunca te das por vencido, Casanova?- preguntó sarcástica.

— Cuando realmente deseo algo, no.—sonrió él.

—Mi taxi está por llegar, no requiero de su asistencia, Signore.

Dando un paso atrás, ella le indicó que avanzara, sin embargo él asomó su cabeza e insistió.

—Hay un atascamiento del tráfico en una de las avenidas principales, podrías esperar durante horas. Terminarás sufriendo neumonía aquí afuera. Vamos, no seas desconfiada, no voy a comerte.

 Elevó las cejas, el torció sus labios en una sonrisa pícara.

—Te llevaré a dónde vas y no volverás a verme.

—¿Lo juras?

—Palabra de honor.

Liberando un suspiro de fatalidad, abrió la puerta del copiloto y se acomodó en el asiento.

—¿Hacia dónde, caramelo?— preguntó él.

—Al hotel Carlton.

Dentro del auto, agradeció la calefacción. El frío le había puesto la piel de gallina y causado que se le endurecieron los pezones, los cuales eran más que evidentes bajo la fina tela de su vestido. Miró a su acompañante de soslayo, él parecía no haberse dado cuenta, por suerte.

Ahora que lo tenía más cerca, podía detallarlo mejor. Las grandes y hábiles manos al volante, los brazos evidentemente musculosos, la ropa cara, incluso el aroma de su colonia contribuían al aura de misterio que lo rodeaba.

No lo voy a pensar, no lo voy a pensar…se reprendió a sí misma en silencio, pero ya era demasiado tarde. Ya lo había pensado. Por su mente había pasado la posibilidad de experimentar cosas nuevas con aquel apuesto e intrigante desconocido.

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