Abandonada por mi familia
Abandonada por mi familia
Por: Yulia
Capítulo 1
En la iglesia, el sacerdote habló con voz serena:

—Los novios pueden intercambiar los anillos.

Extendí mi mano, en silencio, esperando. Pero Nelson no se movió. Se quedó helado, mirando fijamente la pantalla de su celular.

De pronto, tiró el anillo al suelo y salió corriendo.

Saqué mi celular con las manos temblorosas, y entonces lo vi: una publicación de Gloria.

«Qué triste es regresar sola al país para tratarme...»

La foto mostraba una cama de hospital.

A mi alrededor empezaron los murmullos. Nadie entendía nada.

Mi hermano, Hugo, se acercó, me tomó de los hombros y me miró a los ojos.

—Ivana... tú siempre has sido fuerte. Sé que puedes con esto. Pero ahora... Gloria me necesita más que tú.

Dicho esto, también se fue.

Los dos... me dejaron sola en el altar; por la misma mujer.

Intenté llamar a Nelson, pero no contestaba.

Minutos después, Gloria subió otra historia.

En la foto estaban Nelson y Hugo, sentados junto a su cama. En el cuello, ella llevaba el collar que Nelson me había hecho con sus propias manos. Y vestía... el diseño exclusivo que Hugo había creado para mí.

Todo eso... era mío.

Yo crecí en un orfanato, hasta que la familia de Hugo me adoptó. Ahí conocí a su mejor amigo: Nelson.

Crecimos juntos, los tres, como si nada pudiera separarnos. Nelson solía decir que siempre me iba a cuidar. Que nadie me haría llorar mientras él estuviera cerca. Que cumpliría cada uno de mis sueños.

Mientras que Hugo... renunciaba a sus propios juguetes con tal de comprarme los vestidos que me hacían ilusión.

Por eso, cuando mis padres biológicos aparecieron el año pasado y quisieron llevarme con ellos, dije que no.

No quería dejar atrás a Hugo. Ni alejarme de Nelson.

Pero justo en el día más importante de mi vida, los dos decidieron abandonarme.

El ramo empezó a marchitarse entre mis manos. Y entre los susurros de la gente escuché:

—¡Dios mío! ¿El novio se fue?

—¿Y el hermano también?

—¿Qué habrá hecho la novia para que la dejaran así?

—Seguro algo grave... ¡qué vergüenza!

Sentí cómo cada palabra me pesaba en el pecho.

Los dos hombres que me prometieron cuidarme... no estaban.

El sol ya se estaba escondiendo cuando se fue el último invitado. Ellos nunca regresaron.

No comí, no tomé nada. Solo traté de recoger lo poco que quedaba de esa boda fallida.

Y al final me desmayé por hipoglucemia.

Desperté en el hospital, cuando había pasado un día y una noche. Pero ni Nelson ni Hugo me escribieron, ni una llamada... nada.

Pero Gloria volvió a subir otra historia.

Aparecía sonriendo, con un tazón de sopa en las manos.

«Gracias a mis dos hermanitos por cuidarme.»

Sentí un nudo en el pecho. Me costaba respirar.

Marqué a Nelson con los dedos temblando.

Una vez. Dos veces... y colgó sin responder.

A la tercera... atendió una voz de mujer.

—Ivana, lo siento. Nelson y Hugo se dejaron llevar. No debieron dejarte sola así...

Era Gloria.

Antes de que pudiera decir algo, escuché la voz de Nelson de fondo:

—Tranquila, Gloria. No tienes que disculparte. Ahora lo único importante es que te mejores.

Tras decir esto, tomó el celular y su tono cambió por completo. Ya no quedaba ni rastro de cariño.

—Ivana, la boda se cancela. Tal vez otro día. Y otra cosa... ¿sabías que Gloria estaba enferma y decidiste no decir nada? ¿Para no arruinar tu boda? Nunca pensé que fueras capaz de algo así. Qué decepción.

Luego de soltar aquello, colgó. Sin dejarme decir ni una palabra.

Me quedé mirando la pantalla, en blanco.

Quise explicarle que yo no sabía nada, que me acababa de enterar… pero ya era tarde. Nelson me había bloqueado.

Pocos minutos después, sonó el celular. Era Hugo.

Por un momento pensé que iba a preguntarme cómo me sentía. Pero no. Solo llamó para decirme que le había regalado el vestido a Gloria. Ese vestido que había hecho para mí.

—Ivana, nunca te enseñé a mentir. Gloria, igual que tú, creció sin familia. Pero ahora está enferma y no tiene a nadie. Tú aún nos tienes a nosotros. Ella no. Una boda se puede posponer. Te hago otro vestido después. Si de verdad eres madura, entonces entiende, y sé generosa.

No me preguntó si había comido, si estaba bien, no me dedicó ni una sola palabra.

Todo lo que había aguantado durante el día... me cayó encima de golpe.

Me abracé a mí misma, tratando de no caerme por dentro.

No quería quedarme más aquí.
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