—Carmen, ¿qué juego estás jugando esta vez? Me has vuelto a engañar. Simplemente no puedes dejar de competir con Esperanza, ¿verdad? ¿Acaso vale la pena? ¿Hola?
Ricardo colgó el teléfono con rabia.
—¡Carmen siempre es así! ¡Ahora hasta amenaza con saltarse la ceremonia! —Sacudió la cabeza con frustración.
—Papá, si mamá no va al ritual... ¿adónde irá? —preguntó Cristóbal, con los ojos muy abiertos por la inquietud.
—Ella... me dijo que se dirigía al Territorio del Norte, pero...
Ricardo murmuró, su mirada volviéndose seria. —Todo fue muy caótico hace un momento, ni siquiera estoy seguro de haberla escuchado bien.
—Papá, tenemos que ir a casa y ver cómo está mamá. Tengo una mala sensación... ¡como si realmente fuera a dejarnos para siempre!
La voz de Diego tembló por el pánico.
Agarró los brazos de Ricardo y Cristóbal, estaba a punto de correr hacia la casa cuando Esperanza se interpuso frente a ellos. Soltó un suave sollozo y se aferró a la mano de Ricardo.
—Ricardo... ¿vas a dejarme?