—¿Se supone que debería estar excitada ahora? —preguntó, consciente de que tenía los puños apretados a los costados, y sin querer preguntarse por qué. Se suponía que anhelaba conversaciones abiertas como esta. Se suponía que eso anunciaba su madurez. Y ya sabía que él era infiel, o no habría sido la persona ideal para ella. No había razón para que todo esto la hiciera sentir ganas de llorar. —Porque soy todo lo contrario. Y no siento absolutamente ni rastro de una euforia inminente. Por si te lo preguntabas.
—Sé que estas cuestiones prácticas son muy difíciles de aceptar —dijo, e inclinó la cabeza. Pero solo para acercar su rostro al de ella. Como si estuviera contemplando clavarle los dientes en el cuello como un vampiro.
Lexi no tenía ni idea de qué decía de ella que la sola idea le pusiera la piel de gallina. Y no porque la idea la repugnara o la asustara.
—¿Estás segura de que eres todo lo contrario a excitada? —preguntó.
Y ella sintió su aliento en la curva de su cuello. Estaba t