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Cuando se colocó detrás de ella, se enjabonó las manos y la rodeó con los brazos para lavarle los pechos, ella no opuso ni una leve protesta. Permaneció muda, como una estatua, permitiéndole lavarle el pelo largo, inclinarle la cabeza hacia atrás bajo el agua y enjuagarle la espuma.

En esa posición, no pudo resistirse. Tenía que saborear esos pezones rosados ​​y fruncidos, rodeándolos con la lengua, succionándolos uno a uno. Cuando a ella le flaquearon las rodillas, la sostuvo con un brazo por detrás de la espalda.

Tomó el jabón y se deslizó entre sus piernas. Con pereza, deslizó la pastilla mojada sobre su sexo, de un lado a otro. Lucía recobró la consciencia, jadeando, levantando una pierna para apoyarse en la pared de la ducha. Riendo suavemente, Javier dejó caer el jabón y usó los dedos para terminar. Ella le respondió con una expresión hermosa, arqueando las caderas ante su tacto, elevando el cuello mientras buscaba lo que él quería posponer. Deseaba que ella se sintiera lo sufic
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