—No puedo creer que dos personas desnudas estén aquí teniendo esta conversación tan tonta. Solo tú, Lucía. Baste decir que me excitas. Punto final.
—Te estás enfadando.
—No. Me estoy frustrando. Hay una diferencia. Te lo preguntaré una última vez. ¿Me deseas?
La pausa en la conversación fue lo suficientemente larga como para albergar una sinfonía entera… o eso pareció. Pero al fin, se movió y asintió. Una sonrisa lo habría hecho sentir mejor, pero en ese momento no tenía ganas de ser quisquilloso. —¿Eso es un sí?
Ella extendió la mano. —Sí. Nunca te acusaré de nada, Javier. Eres un hombre honorable. Lo sé.
Sus halagos lo irritaron. —No soy mejor ni peor que cualquier otro hombre. Pero haré todo lo posible por no volver a lastimarte. Una vez en la vida fue suficiente.
Ella esbozó una pequeña sonrisa dubitativa. —Me parece justo.
Sintiendo el corazón latiéndole con fuerza en las costillas, tomó la mano que ella le ofrecía y la atrajo hacia sí. —Tu piel es como hielo —exclamó, acariciánd