CAPÍTULO 58. Un descubrimiento impresionante
Victoria sentía que las manos le sudaban, y cuando miró a Franco se dio cuenta de que no era solo ella la que estaba nerviosa.
Santiago recibió la maleta de manos del buzo y les ordenó seguir buscando, como si no hubieran encontrado nada. Mateo, el Conte y la Mamma lo siguieron adentro de la sala de mando.
Franco ayudó a despejar la mesa y luego los cuatro se pararon alrededor de aquella maleta.
—Bueno… manos a la obra —dijo Mateo.
La secó bien con un paño y se aseguró de no romper nada mientras forzaba la cerradura, porque era evidente que a aquella hora y en un barco hundido no se iban a poner a buscar su llave.
La maleta se abrió con un crac y todos se sorprendieron con cierto alivio al ver que no le había entrado el agua y su contenido estaba bastante intacto a pesar del tiempo.
—Guantes —advirtió Mateo y los demás obedecieron.
—¿Eso es lo que yo creo que es? —preguntó Victoria tomando lo que parecía un pisapapeles de oro macizo con un mango.
—¡Cristo Divino! —murmuró Franco con l