Capítulo 23: El otro lado de la Propiedad.
El frío de la vergüenza era peor que el del metal. Han pasado horas desde que folle con Lucifer y desde que él mismo me dejara en la habitación, luego de liberarme de las cadenas. La argolla de terciopelo y metal en cada tobillo, unidas por una cadena corta, era un peso constante, un recordatorio físico de mi estatus. Me había quedado dormida por puro agotamiento emocional y físico, y al despertar, la realidad de mi fallido escape era tan palpable como las mismas cadenas que me habían puesto.
Afortunadamente, Lucien se había marchado. Sabía que se había ido porque cuando Elmira me abrió la puerta por la mañana, no fue para que llevara el desayuno a su oficina, sino para que limpiara el desorden del salón donde se llevó a cabo la noche de casino. El lugar ya estaba desocupado, pero estaba sucio a más no poder. Muy fino y todo, pero no tiene el sentido del aseo.
Mientras tanto, mi cuerpo aún se siente como gelatina. Estoy dolorida en lugares que solo recuerdo la brutalidad del encuentro