Cuando llegamos a Beacon Hill, Boston, mis manos estaban entumecidas y estaba amaneciendo.
Aparcó en la calle y me ayudó a bajar de la moto, para luego agarrarme de la mano y tirar de mí hacia las escaleras que subían al portal. Parecía una casa de lo más original, al estilo inglés británico.
Entramos con sigilo y seguimos caminando por el pasillo hacia su habitación, pero a mitad de camino nos encontramos con su abuelo, que nos miraba desde la cocina.