El resto del trayecto fue un infierno para mí, no podía dejar de pensar en lo que había pasado, lloré hasta que mis lágrimas dejaron de salir, y entonces me quedé dormida sobre el regazo de mi amiga, mientras esta seguía acariciándome la cabeza, intentando transmitirme paz.
Cuando Paul se detuvo frente a mi casa, Meryem le indicó que debía llevarme arriba él mismo, pues yo no estaba con fuerzas de hacerlo sola.