La sala estaba en penumbras, iluminada solo por lámparas colgantes de cristal que reflejaban tonos ámbar y oro viejo. Sobre una mesa de roble macizo reposaban los planos del salón donde tendría lugar la próxima gala benéfica, organizada bajo el nombre de Aléa Vólkova.

Aelin observaba los detalles en silencio. Junto a ella, Sasha revisaba la lista de invitados confirmados.

—Hasta ahora han aceptado figuras clave del sector bancario, algunos ministros y… —hizo una pausa—, dos miembros del Consejo de Comercio. Entre ellos, Marcello D’Arven, viejo aliado de Leonard.

Aelin no respondió. Sus ojos estaban clavados en el diseño del escenario: semicircular, con un fondo de seda negra donde, en el centro, resplandecería un símbolo en relieve dorado… una mariposa en mitad de su metamorfosis.

—¿Qué mensaje quieres transmitir? —preguntó Sasha.

—Que hay quienes creen que me mataron… sin saber que solo me transformaron.

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Días después…

El evento se celebró en una antigua galería restau