¿Por qué siquiera me estoy planteando esto?
Me suelta y cuando responde apenas lo oigo. «Por favor, di que sí».
Me quedo en silencio y camino sobre los papeles esparcidos.
Así debe sentirse estar atrapada entre el cielo y el infierno.
Estoy atrapada entre la verdad y la mentira.
—¿Quieres cenar conmigo esta noche?— Sus palabras me paralizan y me giro para mirarlo.
—¿Quieres invitarme a cenar? —pregunto, señalándome el pecho con el dedo índice, completamente desconcertada.
¿A qué vienen tantas confesiones y ese repentino deseo de conquistarme?
¿Qué cambió?
Miro los papeles esparcidos. No puedo creer que estuviera a punto de dejarlo así. Su confesión me tiene la cabeza hecha un lío, como si un ciclón me estuviera dando vueltas.
No hay absolutamente nada que puedas decir para alejarme de ti.
Esto es importante.
Grande, grande.
Enorme.
Se pasa la mano por la barba, y aunque sus palabras suenan seguras, hay un dejo de incertidumbre en su expresión cuando se rasca la barba con demasiada fue