PARTE II. CAPÍTULO 35
—Tal vez me case con Sabino —declaró Marisa y a Meredith se le fue la barbilla al piso, y sus ojos se abrieron tan grandes que la pediatra incluso resintió la apertura en las comisuras de estos.
—¿De qué estás hablando? —preguntó la pediatra, tras sacudir la cabeza y obligarse a volver a respirar, porque la sorpresa le había dejado sin aire—. ¿Te pidió matrimonio?
—Más bien, me ofreció matrimonio —declaró la mayor, que comía recargada a la barra de la cocina, esa donde estaba la estufa y la tarja, además de un espacio solo en donde estaba el microondas, la licuadora y la cafetera—. Su padre lo sacó a colación cuando nos conocimos, luego lo retomó Sabino en privado, y, pues, no sé, tal vez lo acepte.
—¿Por qué? —preguntó Meredith, mirando con confusión a su hermana—. ¿Él te gusta?
—Ay, no, Mer —respondió la mayor, encaminándose al lavabo para lavar el plato que acababa de desocupar—. Esto no es por atracción, amor o nada parecido; es solo que, Sabino y yo no nos llevamos mal, y ambos p