CAPÍTULO XXIX DOS ALMAS ATORMENTADAS

— Bien, entonces nos acomodaremos, mujeres en esta habitación y hombres allá — indicó Ramón a al llegar a la cabaña

Un lugar paradisíaco que te lleva a conectar con la naturaleza de forma inmediata, los enormes árboles que rodeaban aquella cabaña lucían majestuosos resguardando el lugar.

Piedra y madera unidas para abrigar a quienes descansaban dentro. El clima templado invitaba a pasar las tardes cerca de la chimenea compartiendo anécdotas e historias en medio de risas y acompañados de un buen vino.

Las críticas aguas del lago habría paso más adelante y aunque en ese tiempo el agua era demasiado fría como para sumergirse en ella, bien se podía dar un paseo en bote o disfrutar de la brisa a la orilla del mismo.

— Yo no voy a compartir habitación con él — señaló con molestia Itzam a Demian, este último ya se encontraba ahí cuando ellos llegaron.

Escuchó los planes y decidió unirse a ellos con toda la intención de molestar a Itzam.

— Ni yo tampoco primo, no te preocupes, me he instalado
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