Naiara y Aziel se quedan abrazados en la cama después de haber dormido a la pequeña Amelia. La casa está en completo silencio, salvo por el leve sonido del viento golpeando las ventanas. Aziel la mira con ternura y le acaricia el pelo.
—No puedo creer que ya somos papás —susurra él, besándole la frente.
—Y tampoco puedo creer que sigas entero después de haberme visto dar a luz —responde Naiara con una sonrisa pícara—. Pensé que ibas a visitar a San pedro antes que yo.
—¡Oye! Yo solo… necesitaba un pequeño respiro. No es mi culpa que los médicos pensaran que me iba a dar un infarto —se defiende Aziel, cruzando los brazos.
Naiara se ríe y le acaricia la mejilla.
—Te amo, ¿sabes?
—Lo sé —contesta él, besándola suavemente—. Y yo a ti.
Se quedan en silencio unos segundos, disfrutando del momento, hasta que Naiara suspira y apoya su cabeza en el pecho de Aziel.
—Aziel, ¿crees que deberíamos hacer público nuestro matrimonio en este país?
Él levanta una ceja y la mira con curiosidad.
—¿Por qu