—¡Santo cielo, la niña no está! —grita Naiara— ¡Mi bebé! ¡Tiene dos años y una energía que podría alimentar un país entero! ¡Y tú me convenciste de hacer el amor en vez de vigilarla!
—¡Fue consensuado! ¡Ambos fuimos débiles! Puede que esté en la sala ahí está su corral con juguetes.
Empiezan a correr por la casa como gallinas sin cabeza buscando a la niña y nada.
—No está por ningún lado ¿Buscaste en la nevera?
—¡Ya revisé la nevera!
— Ya en todas las puertas de la alacenas busqué ¿Y si salió por la ventanita para gatos que está en la puerta?
—¡Dios mío...debe estar afuera!
Mientras sus padres corren semidesnudos por la cabaña de vuelta a la habitación para ponerse ropa, Amelia camina tranquilamente por la orilla, sosteniendo un cubito de plastico en una mano y la concha de una almeja en la otra.
—Hola, señoda almeja—dice con ternura—. Te pondé en el cubo hasta que apendas a no sali del agua.
Va dejando huellas minúsculas y húmedas en la arena mientras recoge caracolas y canta su vers