Naiara y Aziel llegaron a la habitación real donde pasarían su luna de miel.
La enorme habitación parecía sacada de un cuento de hadas, con esculturas y cuadros imponentes y una vista privilegiada de los campos verdes de Inglaterra. Naiara acostumbrada, ve como Aziel entra con los ojos brillantes de emoción y con una expresión entre amor y resignación.
—¿Sabías que este castillo tiene más de quinientos años? —dice Naiara emocionada, girando sobre sí misma mientras admiraba cada detalle.
—Sí, mi amor, si que se lucieron —responde Aziel, mientras se sienta en la enorme cama matrimonial.
—¿Te gusta? Podemos dar un paseo en el exterior si quieres—le dice Naiara emocionada.
—No, gracias, solo quiero tumbarme aquí en la cama como un rey medieval después de una batalla. Ha Sido un día muy largo —dijo Aziel, pero fue ignorado olímpicamente por su esposa.
—Podemos venir de vacaciones aquí, Aziel. Mira estos libros, algunos tienen siglos de antigüedad. Es como un sueño hecho realidad para tí—di