Pasaron varias horas en el aire, durante las cuales Dalton no pudo evitar reflexionar sobre su situación. Estaba secuestrado, prisionero de Alfa y sus mercenarios, sin saber qué le esperaba en Nueva York. La incertidumbre lo consumía, pero también lo veía como una oportunidad única de volver a ver a Samuel, solo debía buscar la manera de informarle sobre su llegada a Nueva York y así quizá su hijo iría a sacarlo. El soldado a cargo de él, estaba sentado frente a él, en los asientos del otro lado del avión, manteniendo una vigilancia constante. De vez en cuando, levantaba la vista de sus documentos y dirigía una mirada fría hacia Dalton, recordándole que cualquier intento de fuga sería como ponerse una diana de tiro en la frente.
Finalmente, el avión comenzó a descender en un aeropuerto clandestino. Las luces de Nueva York brillaban a lo lejos, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Dalton sabía que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en su vida, uno que estaría