Capítulo 16
Bajo el cielo estrellado, Alberto estaba encogido, en silencio, sentado en un banco de piedra.

Apoyó el antebrazo sobre las rodillas de Elsa, pero no podía apartar la mirada de su cara.

La luna le caía suave sobre la piel. Parecía brillar por cuenta propia, incluso en la oscuridad.

Solo cuando la pomada tocó la quemadura soltó un quejido agudo. Ahí volvió en sí.

—Está bastante fea. Si no la cuidas, te va a quedar marca. Tú también estudias medicina, ¿cómo se te ocurre no tener cuidado?

—No es para tanto. Soy hombre, ¿quién se va a fijar en una cicatriz en el brazo?

—Yo sí me fijo —suspiró Elsa.

Al oírla, se quedó quieto, parpadeando, sin entender bien lo que acababa de escuchar.

Cuando terminó de ponerle la pomada, Elsa lo miró con calma:

—Alberto, mañana vuelves a la universidad. Sé lo que sientes por mí, pero ahora no estoy en un momento para pensar en el amor. No quiero que pierdas tu tiempo por mí.

Alberto abrió la boca para decir algo, pero Elsa lo interrumpió:

—El próximo año es
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