Ya en la casa, le sorprendió encontrarla en el jardín. La había buscado en su habitación, pero no la había encontrado.
La Nana le dijo dónde se encontraba, y casi corrió hasta llegar a la mesa donde estaba comiendo fruta, bajo la gran sombrilla.
Aparentemente, ella no se dio cuenta hasta que sintió unas manos deslizarse desde atrás por su abdomen, abrazando también la silla en la que estaba sentada.
—¿Sí sabes que aún estoy nerviosa, verdad? —preguntó la muchacha, jugando con él.
—Pues no vi que hicieras ningún tipo de movimiento por el miedo de que te toqué —le susurró al oído, para luego besar el hueco de su cuello, entre el hombro y la oreja.
Mónic solo cerró los ojos por la sensación del aliento chocando contra su oreja y la humedad de los besos en su cuello.
—Solo es porque ya sabía que te estabas acercando —respondió, mientras Logan se daba la vuelta para levantarla y poder abrazarla mejor.
—¿Por qué siempre sabes eso? —cuestionó, curioso.
—Por tu olor. Tengo ese placer culposo.