Heinrich, al terminar la llamada, se levantó de su silla e inmediatamente caminó hacia la ventana, desde ahí tenía la visión perfecta de Dayana, quien abrazaba y jugaba con su hijo, lucía tan diferente de la mujer que hace unos minutos estaba a su lado.
Aquella escena lo hizo sonreír, pocas eran las personas que podían sorprenderle y Dayana era una de ellas.
Él, por un momento, se quedó callado, mientras pensaba en que no muchas mujeres de su edad pasaban por muchas de estas cosas y las que las vivían, eran unas verdaderas guerreras, pues, Dayana había aparecido en su vida, de lo contrario, ella no estaría sonriendo como ahora.
Dayana era muy joven cuando se embarazó de su hijo, un error, la falta de experiencia, de pericia, la tontes de la edad, la llevó a un presente caótico. Bien pudo optar por una salida rápida y no tenerlo, pero lejos de hacerlo, ella, al lado de aquel niño, era inmensamente feliz y eso, era algo que él admiraba.
- ¡Bien, Miss Laurent! -dijo Heinrich terminando co