Durante la mañana…
Por la mañana, Heinrich no tenía muy claro lo que pasaba por su mente, pero, siendo honesto consigo mismo, llevaba muchos años sin sentir lo que hoy sentía.
El hombre aceptaba no ser un santo, pues en toda su vida había tenido amoríos con diversas mujeres, pero ninguna de aquellas le causaba el interés que hoy le causaba Dayana.
Lo que había comenzado hacía unas horas atrás se estaba volviendo una locura en su mente, pues, lejos de estar preocupado por el trabajo, había decidido pasar su fin de semana con una completa desconocida.
Él, obviamente, no se lo diría a nadie, pero, durante el día, le había escrito a Florence, el texto había iniciado de forma breve y aquella mujer lo había entendido todo a la perfección, pues ese era el Heinrich que ella conocía.
- “Conocí a alguien, ¿Qué debo hacer? No quiero ser un idiota”
- “¡No lo seas!”
- “¿Qué hago?”
- “¡Heinrich!”
- “Dime qué puedo hacer para acercarme a ella”
- “Definitivamente tú y Theodore son unos cabezones, esta