—Siéntate, Rojas. Respira, bébete el té y piensa como la detective que eres —le dijo Max.
Hallar a la detective dentro de la conmocionada cabeza de Sara parecía una tarea imposible. La irrealidad se apoderó de ella los segundos posteriores a los resultados de la comparación de las muestras. El mundo era un sueño, una ilusión, una pesadilla.
—Rojas. Sé que quieres llorar o gritar y habrá tiempo para que lo hagas, pero ahora te necesito aquí. ¿Entiendes?
Sara parpadeó. Fue el inicio de la recuperación de sus facultades, su conciencia haciéndose presente y aceptando que no estaba soñando.
La detective.
Desesperadamente, buscó recuerdos de la academia como si hojeara un libro. Repasó aquellos momentos duros en que sus motivaciones relucían, doblegando al miedo y al desánimo y echó mano de ellas.
Finalmente, inhaló y exhaló en profundidad varias veces.
—Él no… Él no sería capaz, Max.
—Las evidencias no mienten, Rojas. ¿De qué otro modo pudo llegar su semen allí?
Sara volvió a mirar la pant