Giselle
La ceremonia transcurrió en calma. No entendía ni dos palabras de lo que decían pero ahí me mantuve, seria atendiendo a todo, a veces sonreía, pero sin duda sentir tantos ojos sobre mí me hacía sentir incómoda.
No era solo ser el centro de las nupcias fingidas que se estaban llevando a acabo sino más bien, estar tan expuesta. Era como si le estuviese diciendo al asesino yo misma: empezó la cuenta regresiva en la que te doy la oportunidad de matarme nuevamente.
Mi cabeza era un torbellino. Ya no sabía en quién confiar en lo absoluto. Buscaba culpables e incluso razones por las que pudiesen ser el ignoto. Y sin embargo, nada estaba claro ante mí.
Llevo los ojos a Matthias que se muestra rígido ante el que dirige la ceremonia. Nos hacen sentar y ponen ante nosotros lo que parece ser una libreta.
—Es la ceremonia de Nikah —la voz del árabe que será mi esposo a partir de hoy sale como un murmuro.
—¿Cómo?
—Es un contrato donde firmamos ante todos para ser un matrimonio —explic