Yo también soy su hija.
El hombre solo se ajusta el traje con calma, sin apartar su mirada de mí.
—Medio hermanos —dice con su voz ronca y profunda.
—Sabes que yo te veo como un hermano —responde Rene, intentando mantener la compostura.
—Pero no lo somos —replica él con una sonrisa apenas visible.
René se mueve incómodo. Creo que nunca lo había visto así, tan tenso, tan vulnerable ante alguien.
—Me tengo que ir. Tengo asuntos importantes que atender —dice el recién llegado.
—No te vayas, hermano —le pide René, pero el otro solo le dedica una mirada fría antes de girarse hacia mí.
—¿Es muda? —pregunta con ironía, refiriéndose a mí.
Me levanto molesta. Él sonríe con una media mueca, provocador, y eso solo hace que mi enojo crezca.
—Solo está nerviosa —dice René, tratando de suavizar el ambiente.
El hombre asiente, da un paso hacia atrás y pregunta con falsa preocupación:
—¿Señorita, qué le ocurrió en el cuello?
No espera mi reacción. Se da la vuelta y se retira con la misma arrogancia con la que llegó. René me