CAPÍTULO 4
VINCENT DE OURIOL
Solo sabe el diablo que pone en la mente de los borrachos, para infringirle ese temerario valor. Cuando despego el avión con destino a Paris, aun no caía en cuenta en que me había dejado enredar por Ulises Kronos.
Si es que ese viejecito endemoniado, era mucho más peligroso que Neck a la hora de ingeniar el futuro, y Neck como estratega ya era un tipo del cual cuidarse.
Lo último que recuerdo antes de dormirme borracho como un perro a bordo del jet, fue de la voz del viejo magnate recordándome que me obsequiaría su avión más moderno si me sinceraba con mi amor de siempre.
—«Si con el pazguato de Nickolau funcionó, no va a ser distinto contigo»— esas palabras de Ulises hicieron conexión en mi cabeza, y así, sintiéndome bastante inseguro de como seguiría el plan, aterrizamos en Paris. Eso de sencillamente aparecernos en casa de Ivette en medio de a noche y sin ser invitados me sonaba a total locura, pero como estaba como una cuba, no le di importancia