DECIR QUE TENGO MIEDO es quedarse corta. No me había dado cuenta del terror que siento a no estar a la altura, como ahora.
Me he preparado para este momento, y estaba segura de que lo tenía todo controlado: las respiraciones, las contracciones, los pujos, pero ahora que estoy en la sala de partos, abierta de piernas, y con una de esas batas que no cubren apenas nada, mi miedo se ha extendido, y ahora estoy acojonada.
—Estoy aquí, amor —me dice Josh y me da un beso en la frente.
—Vamos a ser padres, Josh.
—Lo sé, nena.
—No sé cómo hacerlo. Creo que no estoy preparada, aún no —le digo, y me sonríe de esa manera que solo él sabe para hacerme sentir bien, en paz.
—Lo haremos juntos. Te lo prometo.
Y solo con esas palabras ya me siento con fuerzas de comerme el mundo.
Me han puesto la epidural, siento las piernas entumecidas, como si tuviera mis extremid