Capítulo 88: Fragmentos

Max

El rugido constante del motor del jet privado se convirtió en un zumbido monótono en mi cabeza, apenas más molesto que los pensamientos que no paraban de golpearme uno tras otro.

Miré por la pequeña ventana redonda del avión. Las nubes eran un mar blanco interminable bajo nosotros.

Supuestamente íbamos en dirección a casa. Aunque… ¿cuál era mi casa?

Lucile dormía profundamente a mi lado. Su rostro estaba relajado, casi angelical. Respiraba en paz. Como si nada hubiera pasado. Como si no acabara de contarme que mi familia entera estaba muerta.

Yo no podía dormir.

Mi cuerpo estaba tenso. Tenía las manos cerradas en puños sobre mis rodillas.

Cada vez que cerraba los ojos, aparecían imágenes fugaces que no lograba atrapar. Voces, risas infantiles, un aroma a café por las mañanas... una mujer con una mirada que me hacía sentir en casa. ¿Quién era?

¿Era Lucile...? Sí, ella es hermosa. Siempre lo fue. Pero eso jamás fue lo más importante para mí. No me enamoré por lo físico. Nunca lo
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