Capítulo 41: Primera vez

Paulina

Cuarenta horas.

Eso fue lo que tardamos en usar toda la caja de preservativos.

No exagero.

Cuarenta horas de no usar nada más que nuestra piel.

De explorarnos con las manos... los labios... de memorizar cada rincón del otro.

No salimos de la habitación.

Magda nos pasaba algo de comer de vez en cuando, tocando la puerta con dulzura y dejaba la bandeja en la puerta, pero la verdad era que comíamos lo justo y necesario.

Nuestro verdadero alimento era el otro.

Estaba acostada en la cama, con Max pegado a mí, su mano dibujando círculos distraídos en mi cadera, como si su cuerpo ya no supiera estar lejos del mío.

Yo tampoco sabía cómo había sobrevivido sin él todo este tiempo.

Sonreí para mí misma, recordando cada beso, cada suspiro, cada carcajada torpe que compartimos entre caricias.

Éramos como adolescentes descubriéndose por primera vez.

Sin apuros.

Sin culpas.

Max murmuró algo inentendible y besó mi cuello.

—¿Qué dices? —pregunté con una risa bajita.

Él sonrió contra mi piel.

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