Uno de los guardias entró corriendo a la celda con una expresión exasperada en el rostro.
-Alfa, Comandante, los lobos, los lobos- le costaba articular palabras- de buenas a primeras se quedaron quietos, sus ojos cambiaron de color y se quedaron inconscientes-miraba a uno y a otro sin tener una explicación
Dante miró a su hermano que no salía de su misma impresión. En sus brazos Lukyan apenas podía moverse, había agotado el último atisbo de energía que le quedaba y dentro de poco acompañaría a sus compañeros a un buen merecido sueño, pero no quería. Sacudió la cabeza en un intento de espabilarse.
El alfa sintió el movimiento y le prestó atención.
-Después quiero que me expliques con detalles que fue lo que hiciste, ahora descansa- le quitó los mechones de cabello que caían sobre su rostro.
Él negó.
-No lo haré- sus ojos se cerraban y los volvía a abrir con fuerza.
Dante lo comprendió. La forma en que su pequeño cuerpo comenzaba a temblar era