JULIA RODRÍGUEZ
Me dolía el pecho, porque de todos los hombres que he tenido en mi vida, mi padre, mi padrastro, incluso Matt, Santiago ha sido el único que me ha mostrado lo que es un amor bonito, aunque no se trate de un amor romántico. Era como un hermano mayor, como un padre, como un mejor amigo y… lo único que me había pedido que evitara, fue lo primero que hice.
Liliana me acercó un poco de papel para secar mis lágrimas mientras que Santiago caminaba de un lado a otro, con la prueba en su mano, peinando su cabello hacía atrás como si quisiera arrancárselo. Estaba decidida, no podía seguir abusando de su caballerosidad, de su amistad y su cariño, no era justo para él ahora que tenía tantos problemas encima.
—Podemos divorciarnos —dije casi sin voz, porque una parte de mí sentía que si eso ocurría perdería para siempre una de las cosas más bonitas que he tenido en la vida: una familia de verdad—. No tienes que cargar con este nuevo bebé.
Sonrió y negó con la cabeza. Estaba decep