JULIA RODRÍGUEZ
Caminé con el rostro agachado y con lágrimas en mis mejillas. Salí de su oficina con la promesa de aceptar el puesto y resolver las cosas. Aceptando la validación que tanto tiempo esperé, ahora que ya no significaba nada, que ya no la quería.
Él estaba seguro de que podía reconquistarme, y tal vez lo hubiera logrado si no fuera por la existencia de Santiago y su amenaza amistosa de acabar con todo lo que amo hasta que me case con él.
Me planté frente a la puerta del departamento de informática y programación, levanté la mirada hacia el techo, como si pudiera ver directamente al cielo, solo para hacer una única pregunta. ¿Por qué yo?
En verdad… ¿por qué tenía que ser tan miserable? ¿Todos pasaban por problemas así o solo era yo y mi pésima suerte?
Abrí la puerta y la tensión regresó al lugar. Todos ahí me vieron con molestia, mientras su antiguo jefe terminaba de empacar sus cosas.
—¡Vaya, la nueva jefa del departamento! —exclamó con ironía y tiró de su silla, ofrec