CAPÍTULO 10. A prueba en el infierno
CAPÍTULO 10. A prueba en el infierno
Cassian no dijo nada mientras atravesaban el largo pasillo de losa oscura, pero Athena sentía sus pasos como golpes en su espalda. Ya habían dejado atrás los mármoles y los lujos y estaban en la parte más fea de la mansión, y ella caminaba detrás de él porque no tenía otra opción, aunque cada parte de su cuerpo quería hacer lo contrario.
Se detuvieron frente a una puerta estrecha, casi camuflada junto a la pared y Cassian la abrió con un movimiento seco.
El cuarto que apareció ante Athena era pequeño, frío, con paredes grises y un par de literas vacías. Había una ventana minúscula y un buró metálico que parecía sacado de un hospital antiguo.
—Aquí dormirás —dijo Cassian, sin mirar atrás y Athena se quedó en la entrada, temblando.
—¿Este… es uno de los cuartos de servicio? —preguntó, aunque la respuesta era obvia.
—Sí —contestó él con total naturalidad—. Para que te vayas acostumbrando. Mientras vivas aquí, trabajarás aquí.
Abrió un pequeño armario